sábado, 31 de marzo de 2012

LA SABIDURÍA DE DIOS


Refiriéndose a Dios, el apóstol Pablo dijo: “...al único y sabio Dios , sea la gloria mediante Jesucristo para siempre...” (Romanos 16:27); “Por lo tanto, al rey de los siglos, inmortal, invisible, al único Y SABIO DIOS, sea honor y gloria por los siglos de los siglos” (1 Timoteo 1:17). La Biblia declara que Dios es SABIO. Esa sabiduría es perfecta, absoluta.

La pregunta que surge aquí es: ¿qué es sabiduría?, ¿que diferencia hay entre sabiduría y conocimiento?

Antes de analizar la naturaleza de la sabiduría divina es necesario saber qué cosa es sabiduría. En ocasiones tendemos a confundir el conocimiento con la sabiduría. El conocimiento como actividad síquica abarca toda una amplitud cognoscitiva producto de la investigación, la experiencia, la asociación, el discernimiento, el contacto directo con el medio, la observación que van añadiendo todo un acervo o cúmulo de elementos que nos ponen en capacidad para responder adecuadamente a exigencias específicas.

La sabiduría, aunque en ocasiones necesita conocimientos previos para su aplicación, no necesariamente tiene que ser así. O sea, dada circunstancias inesperadas y complicadas, bajo ciertas presiones o impresiones, la sabiduría sabe qué hacer en casos determinados. Quiero decir que la verdadera sabiduría tiene más que ver con el actuar acertado y aplicación correcta de los conocimientos. Una persona puede tener muchos conocimientos y no tener sabiduría para su perfecta aplicación. Pero tanto el conocimiento como la sabiduría tienen su fuente en Dios.

El conocimiento y la sabiduría de Dios son perfectos. Dios no tiene que experimentar nada, no tiene que descubrir nada, no tiene que investigar ya que el conocimiento en él es parte de su naturaleza. Él es fuente de saber y creatividad. Aquí esta la diferencia entre el conocimiento humano y el divino.

Él hace las cosas bien: en tiempo y forma. Él aplica su ciencia de una forma correcta en toda circunstancia, de manera que nunca yerra al actuar. Isaías expresa bien esta verdad cuando dice: “Quién enseñó al Espíritu de Jehová, o le aconsejó enseñándole? ¿A quién pidió consejo para ser avisado? ¿Quién le enseñó el camino del juicio o le enseñó ciencia o le mostró la senda de la prudencia? En Proverbios 3:19 dice: “Jehová con sabiduría fundó la tierra; afirmó los cielos con inteligencia” y Pablo exclamó: “¡OH profundidad de las riquezas y de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son tus juicios, e inescrutables tus caminos! (Romanos 11:3. Ver: Job 21:22)

A Dios le place compartir con el hombre ciertos elementos de su naturaleza y atributos como dones y bendiciones para el hombre. Esas capacidades compartidas capacitan al hombre para cumplir con su cometido aquí en la tierra, pero Dios demanda del hombre la aplicación y ejercicio correcto de esos dones o capacidades. En cuanto a la sabiduría, nos dice la Palabra lo siguiente: “Dios dio a Salomón sabiduría y prudencia...” (1 Reyes 4:29), y Santiago 1:5 dice: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, demándela a Dios, el cual da a todos abundantemente...”

En el ejercicio del ministerio de los hombres de Dios, vemos que una de las capacidades de la cual eran investidos, era de sabiduría para poder desempeñar a cabalidad su trabajo para él. Por solo mencionar algunos de los casos, la Biblia dice que: “Dios dio a Salomón sabiduría y prudencia...” (1 Rey.4:29); de Bezaleel se dice: “Y dijo Moisés a los hijos de Israel; Mirad, Jehová a nombrado a Bezaleel hijo de Uri....y lo ha llenado de espíritu de sabiduría, en inteligencia y ciencia...” (Éxodo 35:30-35); cuando Pablo oraba, él pedía al Padre de gloria, que diera a su Iglesia “espíritu de sabiduría, de revelación y de conocimiento de él” (Efesios 1:17), “...para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la Iglesia a los principados y potestades en los lugres celestiales...” (Efesios 3:10) . Constantemente se nos manda y exhorta a buscar esta sabiduría de parte de Dios (Santiago 1:5).

La máxima expresión de la sabiduría de Dios es la persona de Jesucristo. El apóstol Pablo vivió en una época donde la ciencia y la sabiduría de los griegos estaba en todo su apogeo. Pablo hace un análisis de la naturaleza de la sabiduría humana dentro del contexto histórico en que él vivía y la contrasta con la persona de Jesucristo y su mensaje diciendo: “Porque la palabra de la cruz es locura para los que se pierden, pero para los que se salvan es poder de Dios. Porque está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desechará el entendimiento de los entendidos. ¿Donde está el sabio, dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?. Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos buscan señales y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Jesucristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura, mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo, poder de Dios y sabiduría de Dios... Más por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención....” (1 Corintios 1:18-3). La primera parte de la primera epístola a los corintios trata, justamente, de la superioridad de la sabiduría divina sobre la sabiduría humana. Pero es necesario que nos preguntemos: ¿en qué sentido Jesucristo es hecho sabiduría de Dios?, ¿por qué él es la perfección de Su sabiduría? Para contestar esta pregunta es necesario traer a nuestra mente, en primer lugar, la naturaleza de la persona de Jesús: ¿Quién es Jesús? , ¿cómo es Jesús?. La aparición de Jesús dentro del contexto de la historia humana es un gran misterio. Pablo habla a Timoteo diciendo: “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios se ha manifestado en carne”. Contrarrestando la filosofía gnóstica, cuya influencia destructora se estaba dejando sentir dentro de las comunidades cristianas desde el principio del primer siglo, les escribe a los colosenses sobre el “misterio de Dios el Padre y del Señor Jesucristo” (Colosenses 2:2) y nos amplía de la siguiente forma: "...para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios, el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a su santos a quiénes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria...” y sigue diciendo; “para que consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas del pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios Padre y de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento...” (1:26-27 y 2:2-3).

Misterio y sabiduría son dos términos que se utilizan para definir la manifestación de la persona de Jesús entre los hombres. El misterio alude de una forma directa al acto de la encarnación de Jesucristo: la unión de dos naturaleza, la humana y la divina, que, como una alquimia divina, se funden pero no se confunden, produciendo un ser inigualable en el Universo, manifestación gloriosa de la sabiduría de Dios para consumar en tiempo y forma la salvación del hombre. La sabiduría de la encarnación colmó todas las expectativas universales y produjo un derroche de sabiduría Divina, porque “Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo...” (2 Corintios 5:19). Para la problemática de la caída del hombre había un tiempo de solución definitiva: “Pero venido el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos...” (Gálatas 4:4-5). Juan, al referirse a esta revelación dice: “En el principio era el Verbo, el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios...Y aquel Verbo fue hecho carne, (y vimos su gloria, gloria como la del unigénito hijo del Padre), lleno de gracia y de verdad”. Por todas estas realidades, todavía, en Cristo “habita, corporalmente TODA LA PLENITUD DE LA DEIDAD (Colosenses 2:9 y 1:19).

En él ya estaba consumado todo y resuelto toda el problema del pecado desde antes de la fundación del mundo. A Él sea la gloria, la honra y la SABIDURIÍ.

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