sábado, 31 de marzo de 2012

LA GRACIA DE DIOS


En el Nuevo Testamento, especialmente, leemos expresiones tales como las siguientes: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros”, “gracia y paz a vosotros”, “la gracia de Dios se ha manifestado”, “por gracia sois salvos”, “justificados por la gracia”. Infinidad de veces se utiliza esta palabra, aplicable a diferentes aspectos del trato de Dios con el hombre.

Para entender como actúa la gracia de Dios, definamos primeramente qué cosa es gracia: Por gracia podemos entender toda la suficiencia de Dios manifestada en medio de la insuficiencia humana. La gracia de Dios puede manifestarse en muchas formas, áreas o aspectos del trato de Dios con los hombres, pero ahora quiero referirme a dos de ellas: “la gracia salvadora de Dios” y “la gracia sustentadora de Dios”

El apóstol Pablo nos dice en Efesios 2:5 y 8: “Aún estando nosotros muertos en delitos y pecados, nos dio vida juntamente con Cristo, “por gracia sois salvos...porque por gracia sois salvos, por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios, no por obras para que nadie se gloríe”. En Tito 3:4-7 nos dice también: “Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestra salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de vida eterna”.

La gracia salvadora de Dios queda manifestada por  la imposibilidad e incapacidad del hombre para salvarse a sí mismo. Al hombre separado de Dios,a causa de sus pecados, muerto en sus delitos y pecados, le es imposible por sí solo, reaccionar y modificar su situación ante la presencia de Dios, si no fuera porque el Señor, que es la fuente de toda gracia, lo pone en capacidad para levantase de su condición. Es la gracia de Dios la que le hace entender su necesidad espiritual. Es la gracia de Dios la que le capacita para el arrepentimiento. Y es la gracia de Dios la que le provee toda la misericordia y perdón al pecador arrepentido.

En relación con la acción de la gracia de Dios, pudiéramos comparar al ser humano con un bebé que es incapaz de proveerse por sí mismo los alimentos a causa de todas las limitaciones, y necesita de su madre, quien se los coloca en la boca y él solo tiene que masticarlos y digerirlos. Por eso Pablo dijo “no desecho la gracia de Dios”. Cuando el hombre desecha la gracia de Dios y menosprecia Su gracia salvadora, queda indefenso y expuesto a perdición, como el bebé abandonado en un desierto.

Pero la gracia de Dios se manifiesta también sustentando al creyente, en medio de sus crisis materiales o espirituales. Pablo nos relata su experiencia y nos dice que la prueba por la cual él estaba pasando era tan dura y tan difícil que él la comparó a “un aguijón en la carne” como producto de una lucha espiritual que mantenía con “un mensajero de Satanás que le abofeteaba” (2 Corintios 12:1-13). Esta lucha constante e interminable había producido en su vida un estado de incapacidad, de frustración y debilidad que le movió a clamar a Dios por tres veces seguidas para que quitase ese “aguijón en su carne”, o sea, que lo liberara de esa lucha. Pero las palabras que vinieron de parte de Dios a él fueron: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”.

La experiencia de Pablo nos enseña lo siguiente: que la prueba a la cual él fue sometido fue por permisión divina para los propósitos siguientes: a) versículo 7: para evitar el orgullo espiritual que hubiera podido producir las revelaciones de Dios; b) versículo 9: para hacerle entender lo mísero y desventurado que era, si tan solo Dios lo dejara a expensas de sus propias fuerzas; c) para moverlo a la oración y búsqueda de Dios, y d) porque la única forma de que Dios puede manifestar su amor, ayuda, poder y consuelo a sus hijos es permitiendo circunstancias en medio de las cuales sus hijos necesitasen su ayuda.

Para concluir, podemos decir, que solo la gracia de Dios es capaz de sostenernos en nuestras flaquezas. Ella está a nuestra disposición cuando la necesitamos. Él nos dice, “bástate mi gracia porque mi poder se perfecciona en vuestra debilidad”. La gracia de Dios esta siempre a disposición de todos los creyentes que con sinceridad reconocen su debilidad y con sinceridad se acercan a Dios. Todo aquél que se atiene a la gracia de Dios y su misericordia para vivir fuera de la voluntad de Dios no podrán experimentar esa bendición hasta que de veras se arrepientan de su actitud. La gracia no es un comodín para los carnales, es una bendición para los espirituales. Su nombre es fuente de todo poder y de amor. Es la tarjeta de crédito que nos asegura la vida que él vino a ofrecernos.

¡A SU NOMBRE, GLORIA!


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