Por Luis E. Llanes.
¿Por qué estudiar la doctrina de Dios como fundamento de toda la enseñanza
bíblica? Porque Dios es el eje de toda la creación, tanto en el orden físico
como en el espiritual. De Él dependen todos los beneficios que el hombre
pudiera obtener. La comprensión perfecta de lo que Dios nos ha revelado de Él,
nos ayudará a entender todo lo relativo a Sus relaciones con el hombre, pues de
estas relaciones, depende su destino final y felicidad. Cuando el concepto de
Dios se deforma, el hombre cae en las garras del error y el escepticismo.
1. ¿QUIÉN ES DIOS?
La respuesta a esta pregunta se deriva de dos
factores: 1o. La forma en que el hombre ha concebido a Dios, 2o. La forma que
que Dios se ha revelado al hombre.
¿Cuál es la concepción del hombre relativA a
Dios?. La historia nos ha demostrado como desde el mismo momento de su “caída”,
el hombre, en su afán de salvar la barrera entre él y su Creador ha creado
múltiples formas de adoración para acercarse a él y satisfacer “Sus demandas”.
Todo el sistema adoracional creado e inventado por el hombre (desde Caín) no es
más que revelador del concepto erróneo que éste se ha hecho de Él.
El primer concepto errado que el hombre se
hizo de Dios, a partir de la caída, es descrito por la
Biblia como “camino de Caín" (Judas 11) EL CUAL ha
prevalecido hasta nuestros días y ha sido el regulador de toda religión y
filosofía fraudulenta. Caín se forjó un dios que se dejaba comprar fácilmente
por medio de subterfugios suplantadores humanos contrarios a las demandas de su
Creador: un dios manipulable, un dios sin principios morales, no indiferente al
tipo de ofertas del hombre; un dios sin propósitos fijos y definidos. Como es
natural, dentro de este contexto, “un dios hecho a imagen y semejanza del
hombre caído”, un dios que se satisfacía con cualquier cosa, sin tener en
cuenta la fuente y naturaleza de la ofrenda que se le ofrecía.
Esto ha traído por consecuencia, toda una retahíla de sistemas de
adoración, que se han conformado con el sello “made in home” y no con los
principios espirituales de la verdadera adoración formateada por Dios y legada
a nuestros primeros padres a raíz de su caída. Como una reacción en cadena, y a
medida que el hombre se alejaba de la luz de la revelación primitiva, este
sistema de adoración "caínica" fue tomando formas novedosas,
particularmente a partir del Diluvio, cuando los descendientes de Noé retomaron
el antediluviano "camino de Caín" y quiseron establecer su propio
sistema de adoración (Génesis 11). Como consecuencia, surgieron y se desarrollaron
subsistemas de adoración que fueron adoptados por los pueblos paganos. No hay
mas que estudiar la vida religiosa de los pueblos de la antigüedad y sus
repercusiones en el paganismo actual para ver la multiforme variedad de matices
que la conforman. Sobre las bases de una filosofía animista, panteísta y
politeísta que subyace a todo ese tipo de adoración pagana, y sobre la base del
esfuerzo humano, el hombre creó toda una serie de actividades religiosas que
revelan la naturaleza putrefacta de sus actos: la deificación de la naturaleza
y el culto a ésta, la consagración de cuerpos sacerdotales y sacerdotisas que
se sumían en la mas abyecta de las actividades sexuales como ofrenda a su dios;
los sacrificios humanos (incluyendo niños) que llegaron a ser parte integral
del culto de algunos pueblos, la deificación del hombre, etc. Todo esto es el
resultado de “un camino”, que comenzó con Caín y nos ha llegado, hasta el día
de hoy, ramificado en millones de atajos (Job 24:13).
Entre muchos de los pasajes de la
Biblia , Isaías trasmite un mensaje de parte de Dios que se
constituye en un llamado de atención para el paganismo: "¿A qué me haréis semejante o
me compararéis?, dice el Santo. Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quien
creó estas cosas; él saca y cuenta su ejército; a todas llama por nombres;
ninguna de ellas faltará; tal es la grandeza de su fortaleza, y el poder de su
dominio” (Isaías 40:26). “¿A quién me asemejáis y me
igualáis y me compararéis, para que seamos semejantes?. Sacan oro de la bolsa y
pesan plata con balanzas, alquilan un platero para hacer un dios de ello y se
postran y adoran, se lo echan sobre sus hombros, lo llevan, y lo colocan en su
lugar; allí se está, y no se mueve de su sitio. Le gritan y tampoco responde,
ni libra de la tribulación. Acordaos de esto y tened vergüenza; volved en
vosotros, prevaricadores. Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos
antiguos; porque Yo Soy Dios, y no hay otro Dios, y nada semejante a
mi....Oídme, duros de corazón, que estáis lejos de la justicia...” (Isaías 46:5-12)
El Apóstol Pablo, retomando el mismo
pensamiento de Isaías y haciéndose eco de su mensaje, nos describe de una forma
vívida el proceso de degeneración religiosa y moral del hombre, producto de su
apartamiento de Dios: “Porque
la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de
los hombre que detienen con injusticia la vedad de Dios; porque lo que de Dios
se conoce les es manifiesto, pues Dios se los manifestó. Porque las cosas
invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde
la creación del mundo, siendo entendidas por las cosas hechas, de modo que no
tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios,
ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio
corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios se hicieron necios, y
cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de hombre corruptible,
de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual, Dios también los entregó a
la inmundicia, en las concupiscencia de sus corazones, de modo que deshonraron
entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la
mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador....” (Romanos 1:18-32)
En la actualidad, ni aún con los avances
científicos de la humanidad en todas las áreas del saber, se ha logrado mucho
para que el hombre, de por sí, se forme un concepto real de quién es Dios. Al
contrario, algunos se han envanecido con “su mucho saber” y han degenerado en
un tipo de ateísmo necio que los ha condenado a la depravación moral y
espiritual. David, en el salmo 14, haciendo una descripción del ateo nos dice: “Dijo el necio en su corazón: no
hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables; no hay quien haga el
bien..Todos se desviaron, a una se han corrompido ; no hay quien haga lo bueno,
no hay ni siquiera uno...” (véase también Romanos 3:10-18).
Todo esto nos muestra que la sabiduría humana
mas refinada envanece al hombre, opaca la visión de las cosas espirituales,
sume al hombre en un estado de degradación abyecta y lo condena delante de la
presencia de Dios. (1 Cor. 1:18-21)
En contraste con “el camino de Caín”, tenemos
“la fe de Abel” (Hebreos 11:4). Abel nos lega el camino correcto con la forma
correcta asentando las bases de la verdadera adoración reveladora de la
naturaleza del Dios que representa.
En contraste con el sacrificio de Caín, se
nos dice que Abel “ofreció mas excelente sacrificio que Caín”.(Génesis 4:4). ¿Donde radicaba la
excelencia del sacrificio? :
1o. Que era ofrecido a un Dios excelente que se gloriaba y complacía con la
excelencia de la adoración. La naturaleza de la excelencia de la adoración
estriba en el ajuste a voluntad del Dios excelente por naturaleza.
2o. El sacrificio de Abel muestra la fe del oferente, mientras que el de
Caín el espíritu orgulloso y agrandado y todo suficiente del oferente. El
sacrificio de Abel muestra la incapacidad propia del oferente para presentarse
por sus propios méritos y medios delante de Dios, mientras que el de Caín
muestra la “justicia del hombre que no obra la justicia de Dios”
3o. Porque el sacrificio de Abel “alcanzó testimonio de que era justo” y el
mismo Dios a quien ofrendaba “dio testimonio de sus ofrendas”. (Hebreos 11:4).
Una ofrenda justa que se ajustaba a un Dios justo. Había una correlación entre
oferente, ofrenda y Dios. Cada uno se correspondía recíprocamente. La ofrenda
reflejaba la actitud obediente y deseosa de agradar a Dios de parte del
oferente; el oferente ofrecía a la altura de su concepción de ese Dios a quien
ofrendaba; y Dios se complacía y daba testimonio de que aquello era lo
correcto.
4o.Porque la ofrenda reveladora de Abel asentó el principio y fundamento
que habría de regir toda ofrenda que posteriormente se ofrecería a Dios: La fe
necesaria que la condimentaría. La fe de Abel ha sido transferida, a lo largo
de la historia a todos aquellos que creyeron en el Dios de Abel. Esta fe fue la
que recibió y ejercitó Noé, “que por su fe condenó al mundo de aquel
entonces”; fue la fe de Abel la que recibió como herencia Abraham y
que lo hizo acreedor de la promesa; fue esa fe la que transmitió a Isaac y
Jacob y la que, a su vez, heredaría Moisés; y esa fe ha sido transmitida de
generación en generación de tal forma que ha sido impartida a nosotros a través
de Jesucristo, “autor y
consumador de la fe”. De ese
modo, la fe de Abel todavía tiene vigencia y fuerza hoy, ya que “sin fe es imposible agradar a
Dios”, “ahora permanecen LA
FE , la esperanza y el amor” (1 Cor.13:13).
Al hombre se le exige creer a Dios y después a obrar en obediencia a Dios.
Primero viene la fe, después la obediencia. El hombre ha sustituido la fe en
Dios, por la fe en sí mismo y en ocasiones la fe por la fe. Pero la fe tiene
que tener un fundamento sólido, de tal forma que hasta que el hombre no es
iluminado le es imposible dirigir su fe hacia su fuente verdadera: Dios. Este
tipo de fe da vigencia permanente a nuestra adoración y a nuestra vida
espiritual, porque aquella ofrenda testifica hoy de aquella fe primitiva. “...y muerto aún habla por ella” (Hebreos
11:4).
Es el sistema de adoración lo que determina
en qué tipo de Dios cree el hombre. Jesús lo dejó bien establecido en su
conversación con la samaritana: “Mujer,
créeme que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al
Padre...más la hora viene y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán
al Padre en espíritu y en verdad, porque también el Padre tales adoradores
busca que le adoren” (Juan
4:21.23). Enseguida especifica la naturaleza de ese Dios cuya adoración tenía
sus particularidades: “Dios es
espíritu, y los que le adoran, en Espíritu y verdad es necesario que le adoren” (Juan
4:24).
La adoración espiritual o adoración de fe se
diferencia de la adoración de Caín, en que mientras la adoración de Caín es una
adoración que se basa en las formas; la adoración espiritual, la de Abel, se
basa en actitudes internas del corazón que Dios aprueba y en las que se
complace.
Aún nosotros mismos, que decimos creer en el
Dios verdadero, tendemos a deformarlo y desvirtuarlo. En ocasiones, lo
abstraemos, reduciéndolo, con nuestra imaginación y asimilándolo con algo. Por
regla general, le damos forma en nuestra mente. Al obrar así nos hacemos
nuestro tipo de Dios al que le conferimos los atributos inherentes a la cosa
concebida. Por ejemplo: orando, pensamos en Dios y nos lo imaginamos en forma
humana. Automáticamente a ese Dios humanizado, sin quererlo, le estamos
confiriendo atributos humanos, de tal forma que lo degradamos, lo hacemos tan
impotente como el mismo humano, y con sus propias limitaciones, ese “dios” nos
conduce a la frustración.
A veces, en medio de nuestras luchas nos
sentimos tan impotentes, que, cuando oramos a Dios, lo reducimos y envolvemos
en nuestros temores e incapacidad de tal forma que nuestra fe en ese “dios”
también nos falla. Es necesario que entendamos que Dios, simplemente ES. Si ES,
ciertamente EXISTE. La naturaleza sustancial de él no le ha sido revelada al
hombre, y creo que aún cuando fuere así, a nosotros nos es imposible concebir
“su sustancia”. Jesús solo nos dice: “Dios es espíritu” y nada más.
Dada la incapacidad del hombre para descubrir
por sí mismo a Dios y ofrecerle una adoración correcta, es evidente y se hace
necesario, que sea Dios mismo el que se presente al hombre para que éste sea
capaz de conocerlo, entenderlo y comunicarse con el. Si Dios no se revelara al
hombre, el hombre no tendría ninguna esperanza en medio de un mundo destinado a
la miseria y destrucción.
La pregunta que cabe aquí es: ¿Cuáles son los
mecanismos espirituales y físicos utilizados por Dios para auto revelarse? ¿Qué
es auto revelación? ¿Es el hombre capaz de llegar a conocerlo? Estas y otras
preguntas son respondidas por dos grandes y básicas fuentes de revelación: 1o.
El Universo en su manifestación multiforme, 2o. La acción directa de Dios
manifestando facetas y aspectos de su naturaleza.
Comencemos a explicar la primera: el Universo en su manifestación
multiforme. La base de este principio se encuentra contemplado de una forma
elocuentemente poética en al Salmo 19:1-4: “Los
cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
Un día emite palabra a otro día, y una noche a o la noche declara sabiduría. No
hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz,
y hasta el extremo del mundo sus palabras”. Según David, tres aspectos
básicos en cuanto a Dios son revelados en la constitución del Universo: 1r.
Revelación de su gloria, 2o.Su capacidad creativa: “la obra de sus manos”, y
3o. Su
sabiduría.
Comencemos a explicar la primera: el Universo en su manifestación multiforme. La base de este principio se encuentra contemplado de una forma elocuentemente poética en al Salmo 19:1-4: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a o la noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras”. Según David, tres aspectos básicos en cuanto a Dios son revelados en la constitución del Universo: 1r. Revelación de su gloria, 2o.Su capacidad creativa: “la obra de sus manos”, y 3o. Su sabiduría.
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