sábado, 31 de marzo de 2012

INTRODUCCIÓN A LA DOCTRINA DE DIOS



Por Luis E. Llanes.

¿Por qué estudiar la doctrina de Dios como fundamento de toda la enseñanza bíblica? Porque Dios es el eje de toda la creación, tanto en el orden físico como en el espiritual. De Él dependen todos los beneficios que el hombre pudiera obtener. La comprensión perfecta de lo que Dios nos ha revelado de Él, nos ayudará a entender todo lo relativo a Sus relaciones con el hombre, pues de estas relaciones, depende su destino final y felicidad. Cuando el concepto de Dios se deforma, el hombre cae en las garras del error y el escepticismo.

1. ¿QUIÉN ES DIOS?

La respuesta a esta pregunta se deriva de dos factores: 1o. La forma en que el hombre ha concebido a Dios, 2o. La forma que que Dios se ha revelado al hombre.

¿Cuál es la concepción del hombre relativA a Dios?. La historia nos ha demostrado como desde el mismo momento de su “caída”, el hombre, en su afán de salvar la barrera entre él y su Creador ha creado múltiples formas de adoración para acercarse a él y satisfacer “Sus demandas”. Todo el sistema adoracional creado e inventado por el hombre (desde Caín) no es más que revelador del concepto erróneo que éste se ha hecho de Él.

El primer concepto errado que el hombre se hizo de Dios, a partir de la caída, es descrito por la Biblia como “camino de Caín" (Judas 11) EL CUAL ha prevalecido hasta nuestros días y ha sido el regulador de toda religión y filosofía fraudulenta. Caín se forjó un dios que se dejaba comprar fácilmente por medio de subterfugios suplantadores humanos contrarios a las demandas de su Creador: un dios manipulable, un dios sin principios morales, no indiferente al tipo de ofertas del hombre; un dios sin propósitos fijos y definidos. Como es natural, dentro de este contexto, “un dios hecho a imagen y semejanza del hombre caído”, un dios que se satisfacía con cualquier cosa, sin tener en cuenta la fuente y naturaleza de la ofrenda que se le ofrecía.

Esto ha traído por consecuencia, toda una retahíla de sistemas de adoración, que se han conformado con el sello “made in home” y no con los principios espirituales de la verdadera adoración formateada por Dios y legada a nuestros primeros padres a raíz de su caída. Como una reacción en cadena, y a medida que el hombre se alejaba de la luz de la revelación primitiva, este sistema de adoración "caínica" fue tomando formas novedosas, particularmente a partir del Diluvio, cuando los descendientes de Noé retomaron el antediluviano "camino de Caín" y quiseron establecer su propio sistema de adoración (Génesis 11). Como consecuencia, surgieron y se desarrollaron subsistemas de adoración que fueron adoptados por los pueblos paganos. No hay mas que estudiar la vida religiosa de los pueblos de la antigüedad y sus repercusiones en el paganismo actual para ver la multiforme variedad de matices que la conforman. Sobre las bases de una filosofía animista, panteísta y politeísta que subyace a todo ese tipo de adoración pagana, y sobre la base del esfuerzo humano, el hombre creó toda una serie de actividades religiosas que revelan la naturaleza putrefacta de sus actos: la deificación de la naturaleza y el culto a ésta, la consagración de cuerpos sacerdotales y sacerdotisas que se sumían en la mas abyecta de las actividades sexuales como ofrenda a su dios; los sacrificios humanos (incluyendo niños) que llegaron a ser parte integral del culto de algunos pueblos, la deificación del hombre, etc. Todo esto es el resultado de “un camino”, que comenzó con Caín y nos ha llegado, hasta el día de hoy, ramificado en millones de atajos (Job 24:13).

Entre muchos de los pasajes de la Biblia, Isaías trasmite un mensaje de parte de Dios que se constituye en un llamado de atención para el paganismo: "¿A qué me haréis semejante o me compararéis?, dice el Santo. Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quien creó estas cosas; él saca y cuenta su ejército; a todas llama por nombres; ninguna de ellas faltará; tal es la grandeza de su fortaleza, y el poder de su dominio” (Isaías 40:26). “¿A quién me asemejáis y me igualáis y me compararéis, para que seamos semejantes?. Sacan oro de la bolsa y pesan plata con balanzas, alquilan un platero para hacer un dios de ello y se postran y adoran, se lo echan sobre sus hombros, lo llevan, y lo colocan en su lugar; allí se está, y no se mueve de su sitio. Le gritan y tampoco responde, ni libra de la tribulación. Acordaos de esto y tened vergüenza; volved en vosotros, prevaricadores. Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque Yo Soy Dios, y no hay otro Dios, y nada semejante a mi....Oídme, duros de corazón, que estáis lejos de la justicia...” (Isaías 46:5-12)

El Apóstol Pablo, retomando el mismo pensamiento de Isaías y haciéndose eco de su mensaje, nos describe de una forma vívida el proceso de degeneración religiosa y moral del hombre, producto de su apartamiento de Dios: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombre que detienen con injusticia la vedad de Dios; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se los manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual, Dios también los entregó a la inmundicia, en las concupiscencia de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador....” (Romanos 1:18-32)

En la actualidad, ni aún con los avances científicos de la humanidad en todas las áreas del saber, se ha logrado mucho para que el hombre, de por sí, se forme un concepto real de quién es Dios. Al contrario, algunos se han envanecido con “su mucho saber” y han degenerado en un tipo de ateísmo necio que los ha condenado a la depravación moral y espiritual. David, en el salmo 14, haciendo una descripción del ateo nos dice: “Dijo el necio en su corazón: no hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables; no hay quien haga el bien..Todos se desviaron, a una se han corrompido ; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno...” (véase también Romanos 3:10-18).

Todo esto nos muestra que la sabiduría humana mas refinada envanece al hombre, opaca la visión de las cosas espirituales, sume al hombre en un estado de degradación abyecta y lo condena delante de la presencia de Dios. (1 Cor. 1:18-21)

En contraste con “el camino de Caín”, tenemos “la fe de Abel” (Hebreos 11:4). Abel nos lega el camino correcto con la forma correcta asentando las bases de la verdadera adoración reveladora de la naturaleza del Dios que representa.

En contraste con el sacrificio de Caín, se nos dice que Abel “ofreció mas excelente sacrificio que Caín”.(Génesis 4:4). ¿Donde radicaba la excelencia del sacrificio? : 

1o. Que era ofrecido a un Dios excelente que se gloriaba y complacía con la excelencia de la adoración. La naturaleza de la excelencia de la adoración estriba en el ajuste a voluntad del Dios excelente por naturaleza. 

2o. El sacrificio de Abel muestra la fe del oferente, mientras que el de Caín el espíritu orgulloso y agrandado y todo suficiente del oferente. El sacrificio de Abel muestra la incapacidad propia del oferente para presentarse por sus propios méritos y medios delante de Dios, mientras que el de Caín muestra la “justicia del hombre que no obra la justicia de Dios” 

3o. Porque el sacrificio de Abel “alcanzó testimonio de que era justo” y el mismo Dios a quien ofrendaba “dio testimonio de sus ofrendas”. (Hebreos 11:4). Una ofrenda justa que se ajustaba a un Dios justo. Había una correlación entre oferente, ofrenda y Dios. Cada uno se correspondía recíprocamente. La ofrenda reflejaba la actitud obediente y deseosa de agradar a Dios de parte del oferente; el oferente ofrecía a la altura de su concepción de ese Dios a quien ofrendaba; y Dios se complacía y daba testimonio de que aquello era lo correcto. 

4o.Porque la ofrenda reveladora de Abel asentó el principio y fundamento que habría de regir toda ofrenda que posteriormente se ofrecería a Dios: La fe necesaria que la condimentaría. La fe de Abel ha sido transferida, a lo largo de la historia a todos aquellos que creyeron en el Dios de Abel. Esta fe fue la que recibió y ejercitó Noé, “que por su fe condenó al mundo de aquel entonces”; fue la fe de Abel la que recibió como herencia Abraham y que lo hizo acreedor de la promesa; fue esa fe la que transmitió a Isaac y Jacob y la que, a su vez, heredaría Moisés; y esa fe ha sido transmitida de generación en generación de tal forma que ha sido impartida a nosotros a través de Jesucristo, “autor y consumador de la fe”. De ese modo, la fe de Abel todavía tiene vigencia y fuerza hoy, ya que “sin fe es imposible agradar a Dios”, “ahora permanecen LA FE, la esperanza y el amor” (1 Cor.13:13). 

Al hombre se le exige creer a Dios y después a obrar en obediencia a Dios. Primero viene la fe, después la obediencia. El hombre ha sustituido la fe en Dios, por la fe en sí mismo y en ocasiones la fe por la fe. Pero la fe tiene que tener un fundamento sólido, de tal forma que hasta que el hombre no es iluminado le es imposible dirigir su fe hacia su fuente verdadera: Dios. Este tipo de fe da vigencia permanente a nuestra adoración y a nuestra vida espiritual, porque aquella ofrenda testifica hoy de aquella fe primitiva. “...y muerto aún habla por ella” (Hebreos 11:4).

Es el sistema de adoración lo que determina en qué tipo de Dios cree el hombre. Jesús lo dejó bien establecido en su conversación con la samaritana: “Mujer, créeme que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre...más la hora viene y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (Juan 4:21.23). Enseguida especifica la naturaleza de ese Dios cuya adoración tenía sus particularidades: “Dios es espíritu, y los que le adoran, en Espíritu y verdad es necesario que le adoren” (Juan 4:24).

La adoración espiritual o adoración de fe se diferencia de la adoración de Caín, en que mientras la adoración de Caín es una adoración que se basa en las formas; la adoración espiritual, la de Abel, se basa en actitudes internas del corazón que Dios aprueba y en las que se complace.

Aún nosotros mismos, que decimos creer en el Dios verdadero, tendemos a deformarlo y desvirtuarlo. En ocasiones, lo abstraemos, reduciéndolo, con nuestra imaginación y asimilándolo con algo. Por regla general, le damos forma en nuestra mente. Al obrar así nos hacemos nuestro tipo de Dios al que le conferimos los atributos inherentes a la cosa concebida. Por ejemplo: orando, pensamos en Dios y nos lo imaginamos en forma humana. Automáticamente a ese Dios humanizado, sin quererlo, le estamos confiriendo atributos humanos, de tal forma que lo degradamos, lo hacemos tan impotente como el mismo humano, y con sus propias limitaciones, ese “dios” nos conduce a la frustración.

A veces, en medio de nuestras luchas nos sentimos tan impotentes, que, cuando oramos a Dios, lo reducimos y envolvemos en nuestros temores e incapacidad de tal forma que nuestra fe en ese “dios” también nos falla. Es necesario que entendamos que Dios, simplemente ES. Si ES, ciertamente EXISTE. La naturaleza sustancial de él no le ha sido revelada al hombre, y creo que aún cuando fuere así, a nosotros nos es imposible concebir “su sustancia”. Jesús solo nos dice: “Dios es espíritu” y nada más.

Dada la incapacidad del hombre para descubrir por sí mismo a Dios y ofrecerle una adoración correcta, es evidente y se hace necesario, que sea Dios mismo el que se presente al hombre para que éste sea capaz de conocerlo, entenderlo y comunicarse con el. Si Dios no se revelara al hombre, el hombre no tendría ninguna esperanza en medio de un mundo destinado a la miseria y destrucción. 

La pregunta que cabe aquí es: ¿Cuáles son los mecanismos espirituales y físicos utilizados por Dios para auto revelarse? ¿Qué es auto revelación? ¿Es el hombre capaz de llegar a conocerlo? Estas y otras preguntas son respondidas por dos grandes y básicas fuentes de revelación: 1o. El Universo en su manifestación multiforme, 2o. La acción directa de Dios manifestando facetas y aspectos de su naturaleza. 

Comencemos a explicar la primera: el Universo en su manifestación multiforme. La base de este principio se encuentra contemplado de una forma elocuentemente poética en al Salmo 19:1-4: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a o la noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras”. Según David, tres aspectos básicos en cuanto a Dios son revelados en la constitución del Universo: 1r. Revelación de su gloria, 2o.Su capacidad creativa: “la obra de sus manos”, y 3o. Su sabiduría.

Comencemos a explicar la primera: el Universo en su manifestación multiforme. La base de este principio se encuentra contemplado de una forma elocuentemente poética en al Salmo 19:1-4: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a o la noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras”. Según David, tres aspectos básicos en cuanto a Dios son revelados en la constitución del Universo: 1r. Revelación de su gloria, 2o.Su capacidad creativa: “la obra de sus manos”, y 3o. Su sabiduría.


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